Despertaste hoy, gritando. Tu sueño se nubló con armas, con pistolas dijiste y no sé si facilmente evocás un AK47 (como yo) o tu imaginación inventa alguna otra arma de las que hayás visto. Te abracé. Te abrazamos. Sentimos miedo todos.
A la misma hora, en España, la hija de mi mejor amigo se ducha tranquilamente mientras su papi le lee un cuento. Ellos no oyen balas. Para ellos ha de resultar extraño que gente en otro mundo haga dinero hurtando paz.
No es justo. Yo nunca quise que tus noches tuvieran la normalidad de una ráfaga lanzada al viento, ahí en la lejanía, como soundtrack cotidiano. Yo nunca quise que el caminar de tu mano, tratando de disfrutar tu compañía fuera mientras evito peligros, mientras recorro otras calles, mientras estaciono distinto, mientras me aseguro de que tu puerta tenga llave.
Saltamos charcos, pero nuestros charcos son de miedo.
Pretendo evitar estas ganas de salir corriendo cómo sea y a dónde sea, antes de que el terror nos encuentre por casualidad, pero lo pienso y me quedó.
Me quedo por que me gusta este aire. Me quedo por sentimental. Pero quiero vivir aquí y quiero que sea justo y que un día vos podás caminar en la calle tranquilamente, podás sentarte nuevamente en la acera, solo a ver la gente pasar mientras tu pensamiento reposa, como lo hacía yo, o que lo hagás a tu manera, cómo vos querrás, como sea, pero sin miedo.
Me quedo. Intento transgredir el miedo y busco celebrar lo bueno, la vida. Me refugio en nuestro refugio y salgo a la calle con el paso firme, para convencerme que tengo el derecho de hacerlo y retar al miedo. Es la única forma de vivir, es la única forma de ganarle a la angustia y dejar esta paranoia impalpable un poco desprotegida, restarle el alimento y mirar de frente. No acepto el miedo, no es normal. Caminemos por ese grito y rompámoslo juntas, que no se implante, que huya él de aquí.
A la misma hora, en España, la hija de mi mejor amigo se ducha tranquilamente mientras su papi le lee un cuento. Ellos no oyen balas. Para ellos ha de resultar extraño que gente en otro mundo haga dinero hurtando paz.
No es justo. Yo nunca quise que tus noches tuvieran la normalidad de una ráfaga lanzada al viento, ahí en la lejanía, como soundtrack cotidiano. Yo nunca quise que el caminar de tu mano, tratando de disfrutar tu compañía fuera mientras evito peligros, mientras recorro otras calles, mientras estaciono distinto, mientras me aseguro de que tu puerta tenga llave.
Saltamos charcos, pero nuestros charcos son de miedo.
Pretendo evitar estas ganas de salir corriendo cómo sea y a dónde sea, antes de que el terror nos encuentre por casualidad, pero lo pienso y me quedó.
Me quedo por que me gusta este aire. Me quedo por sentimental. Pero quiero vivir aquí y quiero que sea justo y que un día vos podás caminar en la calle tranquilamente, podás sentarte nuevamente en la acera, solo a ver la gente pasar mientras tu pensamiento reposa, como lo hacía yo, o que lo hagás a tu manera, cómo vos querrás, como sea, pero sin miedo.
