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Foto tomada de la web |
Son muros agrietados por trozos de metal retorcido que se instala con fuerza apretando las uñas grises, formando polvo y asegurando el laberinto.
Son espacios inconclusos en un tramo sin frío, sin calor, sin sonido.
Son mis puertas en sí mismas un laberinto oblicuo que se tuerce sobre su alma de acero y se cierra para abrirse mientras el fin acierta a morderle al cola al ayer inyectándole una excusa para transformarse en madera.
Una puerta enorme de madera sólida.
Cerrada.
Llena.
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