
Al final del día, lo que quedan son cuentos, comerciales macabros de vidas pensadas. Personas que se niegan a ser parte del teatro y que en el fondo lloran el papel que no obtuvieron. Solos tristes y tristes solos. Marionetas que se cortan una a otra, que buscan encontrar un nervio o tan solo romper la estriada superficie de la normalidad, para sentir. Disfraces de felicidad que se mueven a ritmo de merengue y se abrazan con el pretexto del amor.
La soledad es natural y nadie se atreve a confirmarlo.
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