-Te escribo del futuro- te dije en aquél chat. Respondiste con un -jajaja- ante las quince horas que nos separaban y el medio mundo que se ponía por delante. Fue temporal. Vivimos al borde de sentirnos lejos, de saber que el otro estaba solo y nosotros también. Esa temporada fue buena porque aprendimos a vivir en libertad, aunque no fue por convicción sino por circunstancia. Te dejé ir, me dejaste ir. Nos sabíamos lejos y confiamos, porque sabíamos que no podía ser de otra forma.
Medio mundo, Asia por delante y Guatemala en la espalda. Tres aviones. Itinerarios cargados. Trenes constantes. Y estábamos.
Pequeñas estampas, postales de nosotros, como ese viaje a Japón, que se quedan ahí, diluidas en recuerdos. La vida fue buena, dimos ternura y amor al tope. Nada cambió, cambiamos nosotros. El agua que no se detiene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario