A veces me da por encontrarme donde menos espero.
En el silencio que me nace en medio de la multitud, por ejemplo. O a esa hora absurda en que todos duermen, mientras yo busco entibiarme los pies con ausencia. Al despertar, cuando los caballos empiezan ese recorrido precipitado por mi pecho, inundándome.
A veces es en tu letra, en tu sonido, en la idea absurda de verme reflejada. Y es eso lo que intento asesinar, a lo bestia, congelando el pensamiento y manteniendo la cordura fija, para que tu nombre no se quede, nunca más.
Y entonces, vuelvo al espejo. Acaricio su falta de bordes y lo encaro, decidida, sin miedo de encontrarme ya, desnuda y de frente. Y me repito:
Soy la fisura de una pared perfecta,
el aire que se cuela y desordena
la pieza que no encaja
la disonancia
la nota alta, la nota baja,
la que se interpone en un ritmo plano,
el gris,
la gota de agua que se escapa del torrente a voluntad,
Yo.
Y trato por todos los medios de creerlo.
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