15 octubre 2013

Tejido púrpura

Recuerdo las piezas que usaba mi abuelo para trenzar hilos, su sonrisa franca y sus manos ágiles. Su boca cerrada para el protocolo y su risa completa cuando contaba cuentos.

Recuerdo mi sangre tibia y a mi madre enseñándome a no temerle.
Mi cuerpo abierto, palpitante, ayudándote a nacer.

Trenzo esos recuerdos a este día en que mi sangre dejó de doler.
Hilo, despacio, una madeja tibia que me cubre como un cuerpo nuevo. Un tejido inexperto que ahora voy haciendo mientras desato nudos, mientras extiendo trozos azules, rojos y amarillos, para dibujarme un bosquejo, para pintarme un anzuelo.

De rodillas, me inclino a lo profundo del estanque vacío para pescar un pasado, un recuerdo, una vida que aprendí a olvidar y ahora rescato, como peces convertidos en piedra que perforo y anudo a mi cuello
para adornar mi sombra, sobreviviente ya, después de la luz.

Camino entonces, con los pies descalzos sobre la grama fría, con los brazos extendidos y los ojos limpios,
sin miedo a las espirales ni a la calma,con el sol en la frente y el viento elevando una pequeña orilla del cuerpo de madera que la sostiene cuando gira y se levanta para mostrar los colores que son su camino, con un trazo sutil en el cielo.

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