Afuera, la coraza llena de polvo, cubierta de batallas y rasguños.
Adentro, nada.
Todo se reduce a un ruido ocasional en el pecho.
A una inmovilidad de sentimientos.
A una llama que se apaga y que no duele.
A una jauría de perros hambrientos dando vueltas en círculos.
A un muñón que se resiste a entenderse ajeno.
A algo que todavía quiere latir.
A un desierto que no emerge.
A un mar que se diluye.
A un montón de venas, arterias, sangre y vasos sanguíneos, que siguen funcionando sin conciencia de nada.
A un pie que se mueve seguido de otro que va detrás.
A una furia ensordecedora.
A la cobardía disfrazada de coraje.
A la espalda erguida que viste a la imperfección, el ser que es sin estar siendo, sin saber qué es porque no hay nada debajo de esa coraza.
Nada.
Adentro, nada.
Todo se reduce a un ruido ocasional en el pecho.
A una inmovilidad de sentimientos.
A una llama que se apaga y que no duele.
A una jauría de perros hambrientos dando vueltas en círculos.
A un muñón que se resiste a entenderse ajeno.
A algo que todavía quiere latir.
A un desierto que no emerge.
A un mar que se diluye.
A un montón de venas, arterias, sangre y vasos sanguíneos, que siguen funcionando sin conciencia de nada.
A un pie que se mueve seguido de otro que va detrás.
A una furia ensordecedora.
A la cobardía disfrazada de coraje.
A la espalda erguida que viste a la imperfección, el ser que es sin estar siendo, sin saber qué es porque no hay nada debajo de esa coraza.
Nada.