Alguna vez, mientras perfeccionabas el arte de aterrizar como los gatos, ví que el asunto se perfilaba distinto. Que esta alergia no me permitía abrir ese paracaídas y entonces empecé a surfear.
Surfear las olas, que son los otros, que es la vida, que a veces soy yo. Y me dí cuenta que me gusta el agua, aunque la corriente esté en contra, aunque la ola sea demasiado baja, aunque me tenga que inundar.
Y luego permanecer en mi balsa, contemplando el cielo con o sin estrellas, de noche o con luz, deseando quedarme para siempre, sin llegar a ninguna isla, sin que nadie por vida suya se atreva a rescatarme jamás.
Surfear las olas, que son los otros, que es la vida, que a veces soy yo. Y me dí cuenta que me gusta el agua, aunque la corriente esté en contra, aunque la ola sea demasiado baja, aunque me tenga que inundar.
Y luego permanecer en mi balsa, contemplando el cielo con o sin estrellas, de noche o con luz, deseando quedarme para siempre, sin llegar a ninguna isla, sin que nadie por vida suya se atreva a rescatarme jamás.
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