Quiero recordarme
con esa vieja franela atada a la cintura,
con las botas de faena petit,
de cinco años sentada en las gradas de la casa de mi madre, hurgando entre los dedos de los pies,
empuñando la vieja Zenith,
cantando sobre una cinta grabada de un acetato,
con una manzana en la boca y un libro en las piernas,
bailando, con los ojos cerrados, en aquella fiesta coreana,
desvelada y feliz después de una película,
tomando el primer pretexto cuando era mi turno de lavar platos,
sola en una madrugada cualquiera, terminando un libro que era para una semana,
caminando bajo el sol o bajo la lluvia,
despacio y viendo a la gente,
desnuda frente a un espejo,
compartiendo mi silencio en un viejo diario,
haciendo garabatos mientras cuestiono la autoridad,
fumando bajo la luna imaginando extraterrestres escondidos detrás de la luz.
Y así hilarme en una sucesiòn de yos dispersos y mudos.
con esa vieja franela atada a la cintura,
con las botas de faena petit,
de cinco años sentada en las gradas de la casa de mi madre, hurgando entre los dedos de los pies,
empuñando la vieja Zenith,
cantando sobre una cinta grabada de un acetato,
con una manzana en la boca y un libro en las piernas,
bailando, con los ojos cerrados, en aquella fiesta coreana,
desvelada y feliz después de una película,
tomando el primer pretexto cuando era mi turno de lavar platos,
sola en una madrugada cualquiera, terminando un libro que era para una semana,
caminando bajo el sol o bajo la lluvia,
despacio y viendo a la gente,
desnuda frente a un espejo,
compartiendo mi silencio en un viejo diario,
haciendo garabatos mientras cuestiono la autoridad,
fumando bajo la luna imaginando extraterrestres escondidos detrás de la luz.
Y así hilarme en una sucesiòn de yos dispersos y mudos.
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