25 marzo 2013

"Se sacuden sombras a precio módico"

Empezó a sacudir sombras cuando se dio cuenta que no podía dejar de hacerlo. Era un nostálgico y como todos, soltaba sin soltar.  Un jueves a las tres de la tarde, decidió sacarle el jugo y pintó un rótulo: "Se sacuden sombras a precio módico".  Los clientes empezaron a llegar.

Llegó Margarita con una sombra desteñida de adolescencia, una que dolía de vez en cuando porque los bordes tenían filo.  El se encargó de limarla y agregarle púas, de inventarle pasados que la hicieran real. Ella la abrazó, feliz de tener algo que arrastrar. 

Diversificó el negocio y empezó a prosperar, es decir, a producir dinero y ocupar las manos y el tiempo, creyendo que eso es vivir.

Llegó el Chaparro, ahora convertido en ejecutivo, con una vida perfecta y las ilusiones gastadas. No tenía sombra, porque nunca le alcanzó la imaginación, pero también quería tener algo de eso.  Le fabricó una, bastante cómoda, que pudiera lucir junto a los títulos y las figuritas de porcelana en la sala de la casa. 

El tiempo empezó a esconderse entre las sombras pendientes y el mundo de fantasmas que querían disfrazarse de una. Su propia sombra empezó a temer cuando se sintió liviana. Se deslizaba debajo de la cama y entre sueños lo seducía a fuerza de recuerdos.  Entonces, él despertaba con toda la culpa del mundo llenando el vacío de la sombra. La sacaba, limpiaba cada una de sus curvas con la devoción de un curador de arte. Contemplaba el sitio donde debían estar los ojos que nunca devolvían la mirada, en los que nunca se podía ver y lloraba.

Hasta que alguien tocaba la puerta.



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