Miguel asomó por la ventana. Le gustaba ver a Laura, la menor de los Martínez, despidiéndose del novio de turno. A veces eran besos bajo la lámpara, a veces los vidrios polarizados lo dejaban inquieto, imaginando lo que sucedía dentro.
Entonces Miguel sentía fiebre, sudaba, respiraba agitado y tenía pesadillas en las que aparecía dentro del coche de vidrios oscuros, besando a Laura, hurgando bajo la falda, saboreando con los dedos el encaje del sostén. La apretaba fuerte, la llenaba de saliva, la marcaba para siempre y entonces, abría los ojos y no era Laura, era otro Miguel.
Este texto me parece conciso y profundo, además de creativo. Da como para mesa redonda. Gracias.
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