Dos notas agudas salieron del tendón. La piel permanecía expuesta, en tiras delgadas. El músculo hecho a un lado, palpitaba vivo. Cada dedo pulsaba las cuerdas que no eran más que pedazos vivientes de un cuerpo partido por la mitad, luego en cuartos, octavos e infinidad de líneas que se hacían profundas.
La sensibilidad existía. Cada vez menos.
La sensibilidad existía. Cada vez menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario