
La perfección se levantó de un salto,
tomó la cerradura,
la giró con sus dedos largos y finos,
blanquísimos.
Cruzó el umbral
antes de derrumbarse
frente a tus ojos.
No viste sus pies volviéndose polvo,
te concentraste en el círculo que alcanzó a dibujarte.
El mismo círculo que seguís persiguiendo.
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