03 junio 2013

De una flama que aprendió a desnudarse.

Recuerdo el tacto
suave, 
la presión exacta que no duele
la dulzura que acaricia cada poro
que lo lee
que lo entiende
que pulsa y ondula
en el sitio exacto

Revivo la saliva,
el recorrido de tu lengua
en el trayecto de mi espalda
vertical 
siguiendo a tus dedos
que se deslizan sin prisa
sabios
sorbiendo, saboreando
conectados a mis nervios
mudos de conciencia
amarrados a mi piel
sin violencia
sin tiempo
sin ruido
sin aspavientos
sin fronteras
sin límite

Reconozco tu lengua
que se inyecta en mi boca
que atraviesa suave
llenando
ocupando todo espacio
rebosante de calor
de necesidad
y de destino.
Completa, 
separada y anudada a tu cuerpo
y al mío, que se funden
y se exultan
en cada sitio
en el que se encuentran

Invoco la fuerza dulce
de tus brazos elevando mi cuerpo 
para cubrirse con él y dejar que 
mis piernas te rodeen
con toda la rudeza que persiguen
mientras me lleno de una nostalgia rara
me inundo de ternura y levo anclas
y toco tu brazo y beso tu piel 
y tomo tus dedos que se vuelven húmedos
en mi boca, consumidos ya, entre mis labios.

Y olvido (por fin)
cada estrategia aprendida.
Mi cadera se curva
a la sugerencia de tu mano,
flotamos ondulantes, sin tiempo
y aprendo quizá
a sentir en la piel
la desnudez.




1 comentario:

  1. Los recuerdos no son otra cosa que deseos y sueños inconclusos.
    Es imposible no recordar cada uno de esos poros de los que hemos aprendido. Es lectura obligatoria y es obligado entender cada pulso, cada latido, cada movimiento, cada recorrido, cada distancia.

    La espalda cuenta la historia, dice quienes somos, nos desnuda. Invita a que la conozcamos y descifremos su trayecto. Es toda sinceridad y vulnerabilidad. No queremos sufrir, queremos conectarnos.
    ¿Violencia, tiempo, ruido, aspavientos, fronteras, límite? Absurdos creados por el hombre para dominar. En la dominación no se disfruta, se sufre. No queremos sufrir.

    La lengua. Curadora, curandera. Su destino es encontrase con la tuya. Hablan su idioma, no pretenden, no discuten, no pierden el tiempo. Aún con interrupciones, como dos bailarines en una noche lluviosa, son capaces de estremecer, de provocar, de cubrir y saciar cualquier deseo.

    Quiero esa ternura, esa mirada, esos gemidos, esas ondulaciones que solo puede proveerlos la desnudez. Tu desnudez.

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