26 septiembre 2013

Rorschach

Me veo de pronto con un puñal en las manos,
lamiendo la sangre fresca sobre la hoja gris.
La sangre es tibia, reciente;
el metal es frío, razonable.

Mi lengua recorre el filo sin miedo.
La sal se pega a mis papilas, la siento;
me lleno de placer,
de paz.

En el suelo, chispeantes, yacen cientos de fragmentos
que devuelven el brillo de unos ojos desviados,
de una risa calmada.
Las caras repetidas de una mujer de pelo oscuro y labios teñidos
(de rojo)
que se detiene un instante
(perfecto)
para alimentarse de su propio reflejo
después de asesinar dos fantasmas.

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