24 septiembre 2013

Septiembre VII

Llevo aún el dolor dentro, sigo viviendo dentro del cadáver. Intento mantenerme a flote y lo logro a veces.
- Sonrío para no llorar, dice él; - No sé lo que quiero, decía mi ayer; - No ofrezco certezas, reclamás vos.
Todas las frases son ciertas. 
Río, no sé lo que quiero y ni yo entiendo mi verdad. Apenas doy unos pasos y el dolor me hace recordar que no quiero morirme, que tengo años ganándole el pulso a la oscuridad, intentando doblarle las intenciones a estas ganas de cerrar para siempre la boca, de no tener que hablar.  

Me encuentro todavía por las noches sacudiendo a escobazos la tristeza, dibujando un bosquejo cómodo, limpio y encuentro otra vez los despojos queriendo meterse a la fuerza en el recuerdo nuevo. No puedo más. No más maletas, no más viajes, no más huir. Me aferro a lo que soy, a aquello en lo que me he convertido y doy el primer paso: ver la coraza. No la deshecho, la acaricio. Ha sido mi resquicio, mi cueva, mi seguro personal, mi forma de evadirme de los otros, de vos, de mi.  He sido un experimento constante, la imperfección intentando disimularse. Tu plan, tu seguro, tu póliza. Mi nada. Y ya no quiero serlo. No más.

Acaricio mi superficie rugosa, mi tono inválido, mi vista necia, mi mano absurda, mi piel cicatrizada, mis pies. 
Ya quiero caminar otra vez
y sonreír.





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