
Estacionó despacio, cuidando alinear las llantas, perpendiculares, exactas, a la acera. Apagó el motor, tomó las llaves y bajó decidida, con los movimientos ensayados en la costumbre de siempre. Los zapatos firmes en el concreto, el ruido ahogado y solitario de la puerta al cerrarse. La mirada resuelta, evitando contacto ajeno. La bolsa inmediata al hombro. Quince pasos exactos hasta la puerta de la casa.
Un leve movimiento del cuerpo, el brazo dibujando una vertiente y la bolsa rauda en la mano. Los dedos imperiosos buscando el metal.
Buscando, buscando, buscando...
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