08 noviembre 2012

Sueños

El terapeuta siempre pregunta por mis sueños.  Dice que encierran lo más grande: miedo y deseos.
Antes soñaba distinto. Estaba programada, encuadrada, la vida tenía un plan y mis sueños una estructura.  Planos intercalados, diálogos y hasta color.  Eran una producción completa, con buenos argumentos, fáciles de recordar. 
Pero llegó la época de romper con todo y en ese ejercicio burdo de desconectar, desempolvar, desarmar y hacerme pedazos la vida, se me quedaron los sueños disminuídos a nada.  A un espacio negro en la pantalla, sin sonido, sin créditos, sin historia y sin personajes. Nada.
Perdí la capacidad de soñar. Durante algunos meses me quedé vacía de deseos y los miedos se fueron al carajo o se escondieron debajo de la coraza que me cosí para sobrevivir la transición.
De repente hace algunas semanas y con el dolor de la muerte encima, volví a soñar.
Regresaron los sueños pero regresaron distintos.  Ahora son imágenes difusas, personajes cercanos siempre y un miedo recurrente: el de perderte a vos.
Supongo que sos mi ancla a la realidad, que si no fuera por vos, viviría en una fantasía de colores exaltados, dándome de topes por la vida, sobreviviendo. 
Tengo miedo a la muerte, pero a la muerte tuya.  Tengo miedo a no tenerte, a no ser el edificio de acero que pueda guardarte, a no poder cercar la maldad lejos, correrla y desterrarla para que no te toque, a no ser el todo completo que necesitás de suelo para echar raíces. Tengo miedo a no estar, a que la muerte me juegue feo y sea yo la que se vaya primero.  Pero no tengo miedo a morir porque no pueda vivir, tengo miedo a morir por no estar con vos. Miedo a no verte crecer, a no sostener tu mano lo suficiente, a la falta de tiempo para amarrarte alas, para explicarte que todo puede ser distinto, a que desmenucemos con paciencia la idea del cielo y del universo, a que nos inventemos infiernos coloridos y cuentos de hormiguitas viviendo en un árbol, a no ver tu sonrisa cada noche, cuando querés que rece y empiezo con "Dios, diosito o diosita, lo que sea", o al intercambiar una mirada cómplice cuando a alguien cercano se le sale un prejuicio,  a no poderte regalar suficientes libros, hablar de todos nuestros temas, explicarte que la vida sigue y ayudarte a tomar el mundo sin fronteras.
Fallarte y no estar.   Ese es mi miedo.



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