25 julio 2013

Media noche o la ausencia de sueños

La noche se partió con una luz extraña. El sueño se fue de repente, como sucede cuando se atraviesa la conciencia. Abrió los ojos. Se sentó en la cama. Vio la sombra, grande, amplia, inmóvil dibujada sobre la puerta, como un par de alas esperando un abrazo, sin ojos y sin voluntad de desaparecer.
Revisó el contorno, intentó razonar el origen lógico (sin luz no hay sombras, aunque parezca lo contrario).
No lo encontró, no existía. Ni era sueño ni era real, pero no importaba. Ya no tenía miedo.
Y volvió a dormir.


Un día de navidad

El vestido apareció roto la mañana de navidad.
Era extraño porque no había nadie más en casa.

Los cortes eran precisos,
desnudaban el sitio
que debía cubrir piernas y senos.

Las tijeras callaron. Los alfileres se aferraron al alma de tela que los sostenía. La tiza aparentó no escuchar. La plancha de repente tenía migraña. Hubo silencio.

El vestido empezó a desangrarse en hilos delgados y los cortes perdieron la precisión.

Al silencio siguió un murmullo.
La tijera opinaba que estaba mal, que nadie debía usurpar sus funciones y menos con tan nefasto resultado. Los alfileres cuchicheaban entre ellos sobre la doble moral de la plancha y la indiferencia de la tiza. La plancha lanzó un par de nubecitas de vapor para mostrar su descontento y la tiza resumió en una línea cuánto le disgustaba la injusticia.

Los hilos continuaron cayendo, como lluvia constante, liviana, de esa que permite caminar sin que notés que te estás empapando, hasta que ya no hay remedio.  La tela cedía contra su voluntad, el vestido era un mal chiste de lo que había sido.

El murmullo se hizo clamor.
Los alfileres opinaban que era sádico perturbar los nervios el día de navidad. La tijera exigía encontrar al culpable. La tiza dibujaba la culpa con aire despreocupado. La plancha se encargaba de recordarles que todos eran culpables.

Los hilos, se acumularon en el suelo hasta formar una montaña que resultó agradable para el gato y en pocos segundos el clamor cambió.

La tiza fotografió al gato. La plancha opinaba que las cosas sencillas de la vida le daban sentido a la navidad. La tijera se ofreció para armar una esfera en la que el gato pudiera rodar y los alfileres concluyeron que ninguna conspiración debía negarle la felicidad al gato.


Cuerda

Caminar sin ver al abismo,
sin calcular la distancia al suelo,
sin certeza de que exista.

Caminar con las manos tomadas,
hundirte en el paso siguiente,
sin retroceder,
buscando explorar la otra orilla.

No hay superficie plana,
solo una cuerda,
tensa.
No sabés cuánto se extiende,
tenés los ojos cerrados,
no los querés abrir.
No querés ver.
Estás moviendo los pies,
despacio,
rozando esa superficie incierta,
sus estrías,
su rugosidad.

Lamés con tus pies su textura
te pegás a ella,
te movés con ella,
mientras seguís caminando.
Ahora es lo que queda.


Pasos

Caminaba lento, 
rozando un pie sobre el otro 
sin detenerse, sin girar
confiado en el terreno conocido, 
en el camino trazado. 
Y así, 
sin cambiar el ritmo, 
llegó a su destino. 
Ése que nunca fue propio.

24 julio 2013

Asco


Cada vez que me preguntan por el asco busco en mi cabeza una imagen distinta a tu cara, tímida, abatida, al odio de tus ojos tristes, a la rabia de tu silencio, al peso de tu cuerpo sobre el mío, de tu mano sobre mi boca, de tus piernas entre las mías, de tu saliva cayendo por mi rostro, de tu olor a nada que quedó prendido para siempre, a esa inmovilidad absurda que produce el miedo y el odio y el miedo y el odio y el miedo y el odio y el miedo. 

Restos de un espejo

La normalidad se nos dio distinta.

Algunos aprendimos a caminar guiados, tomamos una mano, seguimos los pasos, enderezamos el rumbo, nos ajustamos a un esquema, vivimos pasos, círculos ya amarrados, justificamos nuestra permanencia, lloramos las pérdidas, aprendimos sin preguntar y seguimos haciendo lo mismo.

Otros desafiamos, soltamos la mano, rechazamos la guía, desandamos los pasos, torcemos el rumbo, partimos esquemas, nos detenemos y de repente corremos para salirnos de cualquier círculo y de la misma forma justificar nuestra permanencia, tratando de aceptar las pérdidas, preguntando y dudando y haciendo lo contrario, que no es más que otra forma de reafirmar lo mismo.

¿Vos también tuviste un laberinto?
¿Vos también te preguntaste por qué el mundo sigue siendo una mierda?
¿Vos también querías algo que no sabés qué es?

Yo quise
Ya no sé si quiero
Me cansé de darle vueltas al ruedo
y encontrar hilos
tela raída
sucia

Me cansé de luchar
de soñar y pensar
que todo va a ser diferente
cuando nada detiene el caos
ni siquiera el propio.

Quiero salir ya de acá
que se me acabe el tiempo
que el desahucio no alcance
a estrenarme la frente
ni amarrarme más las manos.
Permanecieron quietas
nadie lo duda
nunca las he tenido libres
nunca han sido mías
pero quiero pensar
en que son míos los nudos
dejarlos apretados
cortarme la circulación y esperar
esperar
esperar

esperar

esperar

esperar
esperar

esperar

esperar
esperar

esperar

esperar
porque sé
que nadie nunca en ningún sitio
espera así por mi.

Nadie

Nunca

En ningún sitio.






22 julio 2013

Nunca aprendés a gritar.

¿A vos te pasa que amanecés un día, o despertás o volteás, o de repente nomás razonás ese dolor por dentro? Como un grito, como un monstruo enroscado en tus entrañas llamándote sin voz, pidiéndote que lo liberés, que lo dejés ir, que permitás mostrar sus incisivos y ensartarlos en tu carne, desgarrarte y hacerte trizas para por fin abandonarte y esconderse en otro pliegue de la falda, y desde ahí, empezar otra vez a crecer, a alimentarse, en silencio, con tus ojos, con tus manos, con tus pies, con tu enojo, con tu frustración, con tu camino, con los otros, con nadie, con la soledad o la noche, o la madrugada o la tarde, con árboles o concreto, o con lo que sea, porque el monstruo todo lo consume y te consume y te colma y te incendia y sale por fin sin esperar más, corriendo para siempre volver, para embestirte y desnudarte, para agarrar tus muñecas y recordarte que sos vulnerable mientras no seás capaz de gritar.

III

-sueño-

Estoy dentro. No hay nadie más, no hace ruido, ni frío, ni siento incomodidad. El espacio es suficiente, no sobra ni falta, aunque en realidad no siento nada más.  Es el interior de una elipsis amplia, una pared de hueso que me encierra sin aprisionarme, se acomoda a mi cuerpo y yo me acomodo a ella. La dejo y vuelvo como una especie de caracol. Saco la cabeza, veo y entonces despierto con un espasmo en el pecho. Me quejo. Duermo otra vez.

Vuelvo a soñar que estoy dentro.  Encuentro una verdad. Algo lógico. La pieza olvidada en el el sueño brillante de la calma, la que olvidé. Es lo que une los sueños anteriores y entiendo que soy yo. Todo tiene un motivo, una razón y es tan sencilla, que me provoca risa, pero vuelvo a despertar al escuchar ese lamento de gato que no parece mío. Otra vez el espasmo en el pecho.

Duermo de nuevo. Vuelvo al mismo sitio, dentro. Se siente cómodo, tibio. Sonrío, me siento bien acá. No quiero abandonarme. Ondulo con los ojos abiertos en ese espacio sin color, sin tiempo. Gravito y deseo. Quiero poblarme, habitarme, expandirme. Me lleno con suavidad y respiro.

Nada sobra. Nada falta. No hay sobresalto. No hay nadie más, solo yo. Pero vuelvo a despertar.  Otra vez el espasmo en el pecho y el gemido de gato que no es mío. La luz apenas se enciende. Me levanto, camino sin sombra, un poco asustada por el sobresalto y el dolor en el pecho.
Es miedo.
Miedo a despertar.
Soy un gato que se queja cuando lo sacan de su comodidad. Vuelvo a dormir. Y a despertar.

19 julio 2013

Fotos

Cada pieza del rompecabezas tiene una foto, una mirada, un color, un lugar.  Ahí estás en aquel momento en que te desconocía por completo pero te intuía. Luego, aquél primer encuentro. Caminamos por la calle ¿recordás? yo tropezaba a cada rato por mi manía de darme tumbos por la vida que se refleja en mis pies.  Hablaste mucho. Siempre hablás pero no supe reconocer la expectativa y la emoción que nacía en tu cara. No te conocía. Todavía no te conozco.
El lugar estaba repleto y nos sentamos en la barra. Pediste cerveza y yo un té. Hablamos un par de horas, lo que para mi era extremo tomando en cuenta la poca habilidad social que he desarrollado para compartir con gente nueva.  Me hablaste de la culpa, de tu vida, de tus amores, me contaste una historia y encontré tus ojos pero los disimulé. Nunca fui hábil para dar primeros pasos, ni entendí que vos buscabas que lo diera. Vinieron luego otras ocasiones, otras charlas, un café, postres, una cena, luz tenue, una caminata, tiempo. Podíamos hablar por horas enteras. escucharnos, reír, contar, caminar o sentarnos uno al lado del otro y el tiempo se volvía nada, todo eran palabras, palabras que salían desbordadas, la risa, la alegría de encontrar alguien con quien se era agua buscando cauce, sin importar que éste no existía. Estuviste y estuve y ya no estas y ya no estoy, pero quedamos grabados en esas postales. En la que estás y no estoy, en la que tomé y guardé, en la que te llevaste vos. 
Aquel abrazo de despedida que debió ser encuentro, el beso que nunca fue y que quedó latente. Tu voz rompiendo la noche con ese tono grave que sin embargo guarda un poco de niño, yo viéndote, oyéndote, disimulando que estaba ahí solo por vos.  Vos viéndome, disimulando que no estabas ahí solo por mi y luego el reclamo tibio de otra despedida que se quedo queriendo no ser.

18 julio 2013

Ciegos

Prometí no volver a escribir de amor,hay otros temas y otros cuentos y otra poesía esperando que le ponga mis dedos. Pero no puedo.
No entiendo cuánto se puede uno secar aunque llore todos los días, y no me sale. Intento mi solución recurrente de aquellos primeros días, las argucias que deben servirme para espantar un recuerdo, las noticias, los libros, la música, la realidad, la falta que siempre hiciste, las palabras que dije, lo que intentamos ser, el miedo de ambos a nombrar lo que somos, el miedo a perder que ahora es real, los comentarios molestos, las palabras hirientes, esta sensación de tener secuestrado el corazón en un aparato de esos, artesanales en los que raspan el hielo, el desgarre que se siente dentro y se interna hasta el estómago, hasta los pies y que llega con la última lágrima que me prometo antes que las siguientes le alcancen y entonces, cuando intento respirar y asirme y escribir y sacar y evadir y huir de aquí dentro, aparece otra imagen, otro recuerdo, otra ternura, otra caricia, otro sueño, una toalla azul cuadrada y pequeña, una canción, esta falta de cigarro que no me deja siquiera cambiar el tema que me ronda, la gente que no existe aunque esté, la risa que me impongo para sacudirme la tristeza, mis pasos arrastrados a la fuerza, la sonrisa de los demás y su felicidad que me sirven de elevador para no ver mi propio desastre, las ganas de insistir que se estrellan con la urbanidad y la etiqueta, la pared fría inmensa que esta frente a mi y que ya me dejó sin uñas, sin ánimo, sin fuerza, con el dolor creciendo y los ojos perdidos en una ausencia que no puedo resolver.

Debí irme en la madrugada
otra vez.
no quise
y ahora no quiero
que ella se vaya.

17 julio 2013

II

-Sueño

Mi cabeza descansa sobre una bandeja, como un platillo de restaurante caro. Mi cuerpo le sigue, pegado aún. Floto, no duele. Me veo desde afuera, soy un minuto en stop motion. Me sostiene en la mano derecha un hombre con traje formal . Tiene leontina, chaleco, corbata color sangre que a ratos no logro distinguir porque el color se anula y todo queda blanco, negro y gris. Él camina con agilidad, pero de alguna forma su cuerpo está de frente mientras su movimiento es lateral. No veo sus ojos, solo su torso, elegante, impecable. Y mi cabeza en la charola y mi cuerpo flotando, pegado a ella, sin alcanzar a rozar los pies en el suelo. Camina, se mueve, no distingo su rostro. Mi cabeza descansa sobre una bandeja ¿o es un azafate?, como platillo especial de cena formal. Mi cuerpo le sigue, pegado, flotando. No alcanzo el suelo y tampoco lo busco, mi cuerpo no descansa, tampoco lucha, es una extensión de la cabeza inexpresiva que va en la mano derecha del hombre de la leontina y la corbata color de sangre, él se mueve de lado con elegancia aunque su cuerpo permanece de frente. Estoy en su mano derecha pero me veo desde afuera, y lo veo a él, pero no veo su rostro, solo su torso, elegante, impecable. Y mi cabeza, en su mano derecha sobre un azafate ¿o es un plato? y mi cuerpo que le sigue, unido aún, colgando desde una altura que no me deja rozar el suelo, pero tampoco lo busco. No veo su rostro, tampoco la corbata color sangre porque todo se vuelve blanco, negro y gris.

04 julio 2013

Vacío


-esta solo es una ausencia más-


Suena la alarma y nadie pregunta si hay que hacerlo
si levantarse es una opción
si esta vida de plástico
horas fijas, costumbres, rutinas,
son necesarias
si el día a día no es más que un motor
para acercarnos a un final
que estamos deseando desde hace tiempo
porque nunca se nos permitió tener un principio.

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Usamos caretas para desvestirnos
el miedo no suelta nuestra mano
se mete dentro
goza en nuestra humedad
se encierra tras una máscara
que mide, analiza, prevé
el daño propio
y lo evade, lastimando primero.

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Somos felices en lo brillante
tristes en lo oscuro
invisibles en lo impermeable

Somos marionetas viejas
sin hilos
fingiendo que alguna mano macabra
turbia, enferma, maldita
nos mueve y nos agita
bailamos sin voluntad
dejando que el otro -invisible-
ejerza el poder de destruirnos,
porque no somos capaces
de mover nuestros propios hilos.

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Nos refugiamos en sueños, en esperanzas
sacrificamos para el futuro 
todo lo que no somos capaces de sostener
ahora,
nunca.

03 julio 2013

Un corazón que no sirve.

Entró con la solemnidad que antecede esa humillación de tener que pedir cuando no se está acostumbrado. Hizo un viaje largo, me lo aclaró desde el inicio. Quiere ayuda, su hija está enferma. Tiene el corazón demasiado grande y algunas arterias están cerradas, aunque él mencionó que a veces es el corazón el que se cierra. No se comunica bien con los pulmones, sufre con exceso de sangre que no puede bombear y no ayuda al cuerpo que lo necesita. Además no se encuentra en el lugar correcto. -Tiene el corazón de lado, no es normal, me dice con los ojos fijos, casi sin sentir que la tristeza lo arrastra.

Busco mi billetera. Le doy una solución que, como siempre, no alcanza y él deja esta historia que me recuerda un poco a mi. Corazón de tamaño inadecuado, a veces cerrado, incapaz de comunicarse con quien lo necesita y terriblemente de lado. Pero lo mío es voluntario y ahora siento vergüenza.

02 julio 2013

Coemeterĭum

Pasillos amplios, construcciones planeadas a cada lado. La calle principal se extiende con holgura, se divide independiente en estilo, personalizando la muerte. Las orillas, por el contrario, son agujeros rectangulares que se copian uno a otro, en filas idénticas que se sobreponen hasta lo imposible.  En el centro hay orden, limpieza. En la orilla el sitio está invadido por escaleras imprudentes, colores estruendosos, flores plásticas, letras disparejas.  En el centro hay mármol, letras blancas, negras, doradas, ángeles blancos, columnas romanas, sobriedad, espacio.  En la orilla hay ruido, verde, amarillo, rosa, fotografías, cruces, lamentos, yeso sobrepuesto esculpido con un objeto rudimentario y una caligrafía imprecisa, un jesús mal dibujado, ángeles que se escaparon del otro lado y quedaron atrapados en una orgía de tristeza. Los pasillos de este lado son angostos, el agua inunda algunos y las flores silvestres atraviesan una que otra grieta.
En las orillas, las frases abundan. Recuerdan el amor, el tiempo en que te esperábamos, la sonrisa con que te encontró la muerte, esposa, madre, hija, esposo, hijo, padre, abuelo, abuela. Hay algunas silenciosas que solo portan un nombre escrito con un pincel burdo lleno de pintura de aceite. En el centro, las frases cortas pocas veces acompañan el nombre y la fecha, se acomodan al silencio como una forma elegante de enfrentarse al dolor.

Todo huele a humedad reciente, 
a lluvia vieja, 
a flores muertas. 

Este recinto es una democracia, como la de afuera. 
Todos se pudren dentro, aunque algunos recién estrenen la pintura.



¿Te apuntás?

Mi foto
Si pudiera dejar de escribir, seguramente lo haría. Mis otros blogs: lilianavillatoro.wordpress.com oracogeecocaro.blogspot.com eldecalogodelciempies.blogspot.com