Caminar sin ver al abismo,
sin calcular la distancia al suelo,
sin certeza de que exista.
Caminar con las manos tomadas,
hundirte en el paso siguiente,
sin retroceder,
buscando explorar la otra orilla.
No hay superficie plana,
solo una cuerda,
tensa.
No sabés cuánto se extiende,
tenés los ojos cerrados,
no los querés abrir.
No querés ver.
Estás moviendo los pies,
despacio,
rozando esa superficie incierta,
sus estrías,
su rugosidad.
Lamés con tus pies su textura
te pegás a ella,
te movés con ella,
mientras seguís caminando.
Ahora es lo que queda.
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