Prometí no volver a escribir de amor,hay otros temas y otros cuentos y otra poesía esperando que le ponga mis dedos. Pero no puedo.
No entiendo cuánto se puede uno secar aunque llore todos los días, y no me sale. Intento mi solución recurrente de aquellos primeros días, las argucias que deben servirme para espantar un recuerdo, las noticias, los libros, la música, la realidad, la falta que siempre hiciste, las palabras que dije, lo que intentamos ser, el miedo de ambos a nombrar lo que somos, el miedo a perder que ahora es real, los comentarios molestos, las palabras hirientes, esta sensación de tener secuestrado el corazón en un aparato de esos, artesanales en los que raspan el hielo, el desgarre que se siente dentro y se interna hasta el estómago, hasta los pies y que llega con la última lágrima que me prometo antes que las siguientes le alcancen y entonces, cuando intento respirar y asirme y escribir y sacar y evadir y huir de aquí dentro, aparece otra imagen, otro recuerdo, otra ternura, otra caricia, otro sueño, una toalla azul cuadrada y pequeña, una canción, esta falta de cigarro que no me deja siquiera cambiar el tema que me ronda, la gente que no existe aunque esté, la risa que me impongo para sacudirme la tristeza, mis pasos arrastrados a la fuerza, la sonrisa de los demás y su felicidad que me sirven de elevador para no ver mi propio desastre, las ganas de insistir que se estrellan con la urbanidad y la etiqueta, la pared fría inmensa que esta frente a mi y que ya me dejó sin uñas, sin ánimo, sin fuerza, con el dolor creciendo y los ojos perdidos en una ausencia que no puedo resolver.
No entiendo cuánto se puede uno secar aunque llore todos los días, y no me sale. Intento mi solución recurrente de aquellos primeros días, las argucias que deben servirme para espantar un recuerdo, las noticias, los libros, la música, la realidad, la falta que siempre hiciste, las palabras que dije, lo que intentamos ser, el miedo de ambos a nombrar lo que somos, el miedo a perder que ahora es real, los comentarios molestos, las palabras hirientes, esta sensación de tener secuestrado el corazón en un aparato de esos, artesanales en los que raspan el hielo, el desgarre que se siente dentro y se interna hasta el estómago, hasta los pies y que llega con la última lágrima que me prometo antes que las siguientes le alcancen y entonces, cuando intento respirar y asirme y escribir y sacar y evadir y huir de aquí dentro, aparece otra imagen, otro recuerdo, otra ternura, otra caricia, otro sueño, una toalla azul cuadrada y pequeña, una canción, esta falta de cigarro que no me deja siquiera cambiar el tema que me ronda, la gente que no existe aunque esté, la risa que me impongo para sacudirme la tristeza, mis pasos arrastrados a la fuerza, la sonrisa de los demás y su felicidad que me sirven de elevador para no ver mi propio desastre, las ganas de insistir que se estrellan con la urbanidad y la etiqueta, la pared fría inmensa que esta frente a mi y que ya me dejó sin uñas, sin ánimo, sin fuerza, con el dolor creciendo y los ojos perdidos en una ausencia que no puedo resolver.
Debí irme en la madrugada
otra vez.
no quise
y ahora no quiero
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