28 octubre 2013

Tiempo de abordar

Ilustración tomada de la web
Mímesis fue un espacio y un tiempo definitivo.
Aquí guardo una parte grande de mis palabras, que casi siempre fueron bálsamo y grito. 

Pero todo tiene un final y Mímesis ya cumplió su cometido, como lo fue en su momento El Caleidoscopio, que murió de muerte natural y no sobrevive más que en papel en algún sitio que desconozco.


Mímesis permanece como un rompecabezas animado, alerta, latente.
Gracias por leer y visitarme en mi nueva casa:

 http://lilianavillatoro.wordpress.com/

Barrilete

Foto tomada de la web
Empecé a caminar sin camino, tomando el aire por guía y siguiendo a mis pies verticales, que de pronto se volvieron nube. 

 Seguí sin rumbo, intentando no detenerme, persiguiendo la oscuridad  que me daba certeza y dejando que la luz me envolviera como una brisa plena.

Nunca llegué a ningún destino, mis pies se acostumbraron a no pisar ningún suelo, a seguir itinerantes entre moléculas invisibles y yo me acomodé a no ver hacia atrás.

Ahora soy un punto perdido en la atmósfera, una pequeña posibilidad de sobrevivencia, un respiro entre el vapor, una gota de agua que apenas se condensa para empezar, otra vez, el viaje.

23 octubre 2013

Puertas

Foto tomada de la web
Mis puertas son rincones cóncavos en un pasillo oscuro con suelo de arcilla.
Son muros agrietados por trozos de metal retorcido que se instala con fuerza apretando las uñas grises, formando polvo y asegurando el laberinto.
Son espacios inconclusos en un tramo sin frío, sin calor, sin sonido.
Son mis puertas en sí mismas un laberinto oblicuo que se tuerce sobre su alma de acero y se cierra para abrirse mientras el fin acierta a morderle al cola al ayer inyectándole una excusa para transformarse en madera.
Una puerta enorme de madera sólida.
Cerrada.
Llena.

18 octubre 2013

Ilustración tomada de la web
Jung habla de causalidad
mientras salto paredes,
aceras,
cemento y concreto
para encontrarte en el otro lado de un hilo
que no sé si sólo estoy dibujando yo.
Ilustración tomada de la web
La niña canta una canción
modula la voz
escucha la letra
toca mi hombro.
Suelto la mano izquierda del volante
y acaricio sus dedos firmes
justo a tiempo para escuchar
que la canción es mía.
Soy su ave maría.

15 octubre 2013

Tejido púrpura

Recuerdo las piezas que usaba mi abuelo para trenzar hilos, su sonrisa franca y sus manos ágiles. Su boca cerrada para el protocolo y su risa completa cuando contaba cuentos.

Recuerdo mi sangre tibia y a mi madre enseñándome a no temerle.
Mi cuerpo abierto, palpitante, ayudándote a nacer.

Trenzo esos recuerdos a este día en que mi sangre dejó de doler.
Hilo, despacio, una madeja tibia que me cubre como un cuerpo nuevo. Un tejido inexperto que ahora voy haciendo mientras desato nudos, mientras extiendo trozos azules, rojos y amarillos, para dibujarme un bosquejo, para pintarme un anzuelo.

De rodillas, me inclino a lo profundo del estanque vacío para pescar un pasado, un recuerdo, una vida que aprendí a olvidar y ahora rescato, como peces convertidos en piedra que perforo y anudo a mi cuello
para adornar mi sombra, sobreviviente ya, después de la luz.

Camino entonces, con los pies descalzos sobre la grama fría, con los brazos extendidos y los ojos limpios,
sin miedo a las espirales ni a la calma,con el sol en la frente y el viento elevando una pequeña orilla del cuerpo de madera que la sostiene cuando gira y se levanta para mostrar los colores que son su camino, con un trazo sutil en el cielo.

11 octubre 2013

Desde que las procesiones pasan frente a la casa de mi madre, puedo observarlo desde el balcón, cada viernes santo un poco antes de las seis.
Casi siempre lleva un traje morado, la cruz alta, dorada marcando su frente, distinguiéndolo como si no fuera suficiente la actitud de emperador, la vista altiva, la seguridad de la pureza.
Yo me pregunto, cuando lo veo caminar solemne, cuántos padrenuestros habrá necesitado para expiar sus manos abusivas, su gusto enfermo, la capacidad de arruinarles la vida a dos, a tres, a cuatro... ¿a cuántos niños?
Recuerdo después, cuando mi madre decía que era buen chico, el mejor de esa familia, el más decente. No acertaba a comentar nada, solo respondía mi asco y ahora entiendo por qué.
Quizá el próximo viernes santo, dios también se entere y le borre un poco la mueca asquerosa a cambio de esta pequeña oración. Por si acaso voy a adjuntarle unas cuantas avemarias.

30 septiembre 2013

La (re)(a)nunciación.

Llegó Gabriel a casa de María, enviado por Deus en misión especial. Era de noche, porque no querían que nadie supiera. Implícito estaba el silencio, porque ayudaba a incrementar el misterio y a darle a María un toque de idealismo e ilusión romántica que la ayudara a decidirse por el sí.

Gabriel, preparado en oratoria y con la voz suave y convincente, empezó el discurso salpicando de bendiciones. 

María escuchó cada palabra y respondió: 
Ni mierda. El plan suena bien en propósito y si quiere yo misma le entro a la paraboleada y la conversión de vino. Milagritos al fin que si vamos a hablar de amor, igualdad y verdad, lo mismo da si lo hace alguien que se llame Yisus, Yanine, Kevin o Mary, pero embarazo nel. Se detuvo para terminar de comprender la idea y continuó  Y dígale a Deus que antes debemos establecer los parámetros de esa relación. ¿Va a ser laboral o qué?

Gabriel, creyendo que María no comprendía, repitió:
Bendita seas...
María interrumpió:
Oiga, aquí las pajas a otro lado.

Gabriel intentó planteando el asunto de la obediencia y dándole sentido al sacrificio.
María respondió:
¿Qué es esa mierda? Además dijo María yo ni lo conozco a usted y tampoco me atrae esa palomita a la que llama Espíritu Santo. A esa onda del alquiler de vientre no le hago.

Gabriel quiso continuar argumentando la gracia que María gozaba a los ojos de Deus, pero ella inmutable continuó  Mire, ya me leí las profecías y le cacho que la onda va por el bien común hojeó rápidamente sus copias de Engels y continuó pero miro muy coercitivo el asunto, además nada sano. Y puedo seguir dándole argumentos pero la verdad ya tengo sueño y está en propiedad privada, así que es tan amable y desaloja o voy llamando al 911.

Gabriel, confundido, volvió con Deus que esperaba afuera masticando su chicle eterno.
¿Y diay? preguntó Él. 
Dijo que nel  respondió Gabriel mientras observaba las vueltas de la goma de mascar en la boca profunda—, y a propósito, yo renuncio.

Devolvió llaves, smartphone y claves. Nunca vio la expresión de Deus, pero desde entonces el mundo ya no fue tan pura mierda.



27 septiembre 2013

No es para siempre.

No me diga que no puedo
que mi vida no va a ser normal
(¿qué lo es?)
que estaré marcada para siempre
y definida
por el daño y el dolor

No sea absurdo en culparme
poniéndole a la violencia mi nombre
mi rostro
mi mañana
porque entonces usted se convierte también
en mi violador

Me asesina (junto)
a cualquier esperanza
compadeciéndose de la maldad
y creyendo que soy
el resultado de otros
y no lo que realmente soy,
aunque todavía me esté buscando.

Después de los golpes
de la saliva forzada
del excremento adherido a mi reflejo
no necesito que alguien venga a repetirme
que para siempre
voy a seguir siendo
eso
que puedo ver
recordar
odiar
y dejar
como cualquier otra cicatriz,
como esta que ahora
me está construyendo.


¿Hay una cura para la muerte?

–pregunto, con la niña instalada otra vez aquí dentro.
No, –responden cientos de voces adultas, razonables, académicas– No existe ninguna.
–Entonces, pregunto otra vez yo, –¿cómo sé que después de vivir tantos años en este cadáver, puedo remendarme el alma?

Nadie responde.
Todos esperan que conteste yo.

26 septiembre 2013

Rorschach

Me veo de pronto con un puñal en las manos,
lamiendo la sangre fresca sobre la hoja gris.
La sangre es tibia, reciente;
el metal es frío, razonable.

Mi lengua recorre el filo sin miedo.
La sal se pega a mis papilas, la siento;
me lleno de placer,
de paz.

En el suelo, chispeantes, yacen cientos de fragmentos
que devuelven el brillo de unos ojos desviados,
de una risa calmada.
Las caras repetidas de una mujer de pelo oscuro y labios teñidos
(de rojo)
que se detiene un instante
(perfecto)
para alimentarse de su propio reflejo
después de asesinar dos fantasmas.

25 septiembre 2013

Libro

Este libro se cansa de estar abierto
de ofrecer palabras
de acomodar frases
de intentar transmitir lo que nadie entiende

El libro sabe de sacrificio,
soporta la luz, el manoseo
las páginas dobladas, 
el repetir y el remarcar

Soporta el silencio que queda
cuando lo encuentra la madrugada, solo
a la par de la almohada

No se queja, se muestra
no intenta aclarar, comprende
que es también 
otro espejo.

24 septiembre 2013

Septiembre VII

Llevo aún el dolor dentro, sigo viviendo dentro del cadáver. Intento mantenerme a flote y lo logro a veces.
- Sonrío para no llorar, dice él; - No sé lo que quiero, decía mi ayer; - No ofrezco certezas, reclamás vos.
Todas las frases son ciertas. 
Río, no sé lo que quiero y ni yo entiendo mi verdad. Apenas doy unos pasos y el dolor me hace recordar que no quiero morirme, que tengo años ganándole el pulso a la oscuridad, intentando doblarle las intenciones a estas ganas de cerrar para siempre la boca, de no tener que hablar.  

Me encuentro todavía por las noches sacudiendo a escobazos la tristeza, dibujando un bosquejo cómodo, limpio y encuentro otra vez los despojos queriendo meterse a la fuerza en el recuerdo nuevo. No puedo más. No más maletas, no más viajes, no más huir. Me aferro a lo que soy, a aquello en lo que me he convertido y doy el primer paso: ver la coraza. No la deshecho, la acaricio. Ha sido mi resquicio, mi cueva, mi seguro personal, mi forma de evadirme de los otros, de vos, de mi.  He sido un experimento constante, la imperfección intentando disimularse. Tu plan, tu seguro, tu póliza. Mi nada. Y ya no quiero serlo. No más.

Acaricio mi superficie rugosa, mi tono inválido, mi vista necia, mi mano absurda, mi piel cicatrizada, mis pies. 
Ya quiero caminar otra vez
y sonreír.





23 septiembre 2013

Septiembre VI

Llego a casa, bajo la lluvia.
Una película rosa no se quedaría atrás.
Vos disimulás la incomodidad que te provoca este hogar ajeno
no sabés que esperar.
Yo encuentro aquí dentro un sentimiento extraño, tibio.
No tengo nada, tengo sopa y el cariño me sabe igual.

18 septiembre 2013

Rumbo


Hay un sitio despoblado, frío y áspero
un círculo de oscuridad
que oprime por dentro
con el hambre voraz del dolor

Es una plataforma en la orilla del abismo
(propio)
un escalón sin continuidad
(ni retorno)
es la falta de todo
y la presencia de nada

es el hielo
la falta de luz
la sed 
es el miedo que se burla
en el espejo

Es el ovillo que encierra a una niña
que se volvió sorda de tanto gritar
que toma entre los brazos su cabeza
intentando proteger su último resquicio

Desde ahí, en ese pozo maloliente
atisbo y veo una luz
(la de tus ojos)
un gesto
(tu sonrisa)
sílabas aisladas de otro dolor
y no importa
mi cuerpo cubierto de sangre hecha costra
de lodo
de golpes
de violencia
si el día que pueda levantarme, sé
que un solo sonido 
de un minúsculo grito
logró llegar a tu oído
y hacerte voltear
hacia el faro que, aún apagado,
intenta ser rumbo.

Si aún entre todo el estropicio
una grieta se permite filtrar
una sola partícula
se cuela
y desata las mínimas realidades,
las espirales, los destinos, las casualidades
y te da un motivo, uno solo
para ser feliz.

Septiembre V

Otra vez encontré a la extraña en el espejo. 
Ilustración tomada de la web
Esta vez los círculos morados no estaban más 
debajo de sus ojos y dentro, muy dentro, 
había un brillo. 

No quiere morir, me dice. 
Quiere que la deje reír un poco más. 

Quiere querer, quiere ternura. 

Quiere sostenerse en el recuerdo 
de su mano derecha reptando 
sobre la sábana, 
atravesando la almohada 
para anclarse a la mano tibia y exacta, 
cerrarse completa y quedarse guardada ahí, 
para siempre.

Es mi hogar -susurra.  

Septiembre IV

Dentro de mi hay un hilo de memoria que me recorre entera
Foto: tomada de la web
tengo memoria en las manos
en la frente
en la boca
en las piernas

El aliento que exhalo tiene memoria
tiene memoria el calor de mi pecho
y el frío que llena este vacío

Tienen memoria mis ojos y el velo que los cubre
tiene memoria mi piel, en la frontera de cada cicatriz
en los bordes de cada herida

Tienen memoria mis pasos, mi destino, mis sueños,
el suéter que perdió por fin el olor de la ausencia
y la vergüenza,
un trozo de tela azul que espera paciente en una gaveta
y que no merece secar mis lágrimas.

Tiene memoria mi olfato
y mis uñas, mis nudillos blancos
mi fuerza nula

Guarda memoria mi silencio
él la guarda toda.

13 septiembre 2013

Septiembre III

Siempre que viene conmigo al trabajo revisa mis gavetas, repitiendo el mismo ejercicio curioso que hacía yo en la cómoda de mi mamá. Me deja cartas, dibujos y notas, porque sabe que los guardo para los días grises, que son mis anclas cuando el barco se hunde.
Hoy encontré un pequeño post it, con el adhesivo gastado y un sencillo "te amo mucho" escrito a lápiz sobre el papel amarillo brillante. Le agregué un trozo de cinta y lo aseguré al lado izquierdo de mi gaveta, el que coincide con este agujero que me quedó en el pecho.
Detrás de los dibujos, hay una foto mía quizá de tres años. Es un rostro sonriente viendo hacia un lado. Siempre me gustó esa foto. Me gustaba otra con la misma ropa en un estudio antiguo sentada sobre un caballito de plástico pequeño, pero se extravió. En este retrato, mis hombros están un poco levantados queriendo restarle importancia a algo que no recuerdo bien. Mis dientes aún no son definitivos y se muestran como los de ella. Es en lo único que nos parecemos -me dijo anoche, mientras abrazaba a su papá, al que quiere parecerse en todo.

Yo escribo estas palabras ahora que la marea de dolor se alejó y me permite a pesar de la sal, respirar y sostener los dedos contínuos para hilar más frases.

A la niña del retrato la perdí hace mucho tiempo. La lloro aún, pero debo rescatarle la sonrisa.
A la niña de los dibujos la tengo conmigo. Brilla cuando le recuerdo que el sol resplandece cuando ella sonríe. Ella no sabe la fuerza de los caminos que abre, pero sabe que dentro de esta ruina que ella imagina un palacio, se encuentra una habitación especial, llena de todas las cosas que compartimos y soñamos; que ahí dentro nadie más que ella habita.  Eso le gusta.

A mi me gustaría pensar que puedo guardarla tanto como mi cuento ilustra.

09 septiembre 2013

Septiembre II

Alguna vez terminaré esta sucesión de mudanzas y me quedaré con la sensación de paz, de quietud, de calma. Cerraré finalmente los cajones, desempacaré los últimos restos de estropicio. Me sentaré en un sillón a contemplar en paz la lluvia, sin esperar que termine.
Sembraré un árbol que represente mis raíces.
Caminaré con los pasos lentos en un espacio que será por fin mío.
Cerraré los ojos, imaginando arcoiris en tonos ocres.
 Despertaré segura de abandonar la pesadilla.

No dudaré en abarcar mi propio abismo. Desde la orilla de mis gotas en calma, de su carencia de playa, inauguraré un charco con un barquito de papel, confiaré en su corta navegación. Soplaré y haré una tormenta y lo veré hundirse mientras mi fe en lo efímero se restaura y me preparo para irme, sin nada.

La oscuridad vendrá y me cubrirá. No acierto a escuchar voces ni pasos que susurren cuándo o cómo, pero confío en que no se atrase.

06 septiembre 2013

Septiembre

Con los ojos abiertos y el libro cerrado
recuerdo el beso aquél que nació torpe
y se negó a rendirse.
Revivo y mis labios se mueven
y siento otra vez tu lengua
navegando en mi boca
tus dedos recorriendo mi brazo
con la paciencia de un cariño
que no necesita explicaciones
para elevarse y arder como cometa
mientras beso tu cara, tus párpados, tu boca
y no soy más el cuerpo lívido que recuerda pegado a la almohada
somos otra vez los dos
enlazados en las manos que por ahora son solo palabras esperando
volverse nudo apretando la distancia.




Rezo

Quiero ser ese  número invisible
volverme una de las 4 entre 10
la 3 de cada 7
una lágrima anónima
el grito perdido en el silencio
la herida del alma y el cadáver andante
que prefiere retomar sus huesos
y caminar entre sus propios escombros

A vos te hago el trato
dios tirano
que pedís fe y devolvés mierda
a vos que te encerrás en encajes,
inciensos y nubes inalcanzables.
A vos que pedís que viva diferente
que cumpla unos preceptos 
que me convierten en objeto
y me relegás al sufrimiento
para valer ante tus ojos

Con toda la rabia que me nace
te cambio mi vida
mi piel, mis piernas, mi vulva, mi vagina
el placer enfermo que le causo a un idiota
te lo entrego
regodeate,
llenate de placer, te lo doy.
Me desnudo, cierro los ojos y acepto el miedo
si a cambio la dejás a ella fuera
si le evitás las lágrimas
los gritos
las heridas
los huesos.

Y soy capaz entonces de retorcerme en mi herejía
de adorarte de rodillas, abrazarte y darte gracias
por un amor dependiente que me exige agradecer
por las inmundicias y el desperdicio que me lanza
y que me obliga a recoger.

Besaré entonces tu amor egoísta 
que me reduce a aceptar o aceptar
y habla de libre albedrío pero me encierra en la culpa,
dios ciego y mentiroso
que se vende omnipotente, 
capaz, como un mago mediocre, de mover hojas insulzas
y hacerse a un lado para que el dolor golpeé fuerte
pidiendo después con todo candor
resignación, perdón y fé.

Dios, diosa, dioses
tiranos, absurdos
maniáticos y sicóticos
titiriteros invisibles
reducto de mentiras
metáfora de la impotencia
yo me entrego,
vos cumplime.





02 septiembre 2013

Lunes.

Dejé de intentar con el switch. Ese ruido sordo que producen las últimas chispas de electricidad buscando la energía acumulada que se diluyó hace muchas horas me producen una mezcla de risa y llanto. Son las 7 de la mañana. No llegaremos a tiempo.
M. inicia una nueva rutina. Las comodidades que teníamos al vivir en este pueblo se están volviendo invisibles, debemos integrarnos a un vendaval distinto, hacer vidas separadas, comeremos lejos una de otra, no nos veremos, no podré ayudarla con su tarea.  Pero estará mejor.
Hay demasiado ruido en este silencio. Se me deshilaron los asideros. No tengo alas, el último par quedó descompuesto después de intentar un vuelo extremo. Mis pies hoy no tienen fuerza. Mi garganta está sellada. Mis dedos están muertos. Si cada uno de los segundos que nos llevaron a instalarnos en este lunes se hiciera concreto, sería una arista demasiado filosa y seguiría rasgándome la piel, como lo han hecho los últimos siete días.
Siete días.
Siete muertes
Siete noches
A veces quisiera pensar que esta espiral que nos golpea es un mal sueño, quisiera que todo fuera un simple berrinche, un cambio cualquiera y seguir riendo mientras miro tu risa, pero el truco de niña ya no funciona. Me tapo los ojos con ambas manos y todo sigue ahí.

29 agosto 2013

Érase una vez.

A los cinco años aprendí que mi entrepierna guardaba un secreto y que la lealtad se pagaba con silencio. Entendí que un pacto era algo sagrado, algo que te unía a alguien que te revelaba un misterio. No sentía culpa, sólo curiosidad. Aprendí a ver entre las sombras, las figuras de amantes enredados, a escuchar atenta los suspiros y a tomarle foto a cada sitio en el que se podían depositar besos.
A los siete, esperaba los viernes, las noches en que mi madre estaba ausente, para esconderme detrás de una silla a seguir con los ojos cada escena, para llenarme de espuma cada vez que la rubia llenaba de gasolina su tanque y pagaba dejando que una mano oscura le esculpiera salvaje el pecho.  Ella parecía disfrutarlo, yo sabía que también estaba jugando, como jugaba yo cuando nadie nos oía, a aquello que no se puede contar, con la puerta cerrada y el oído atento.
A los ocho, quería jugar otros juegos, unos que no tuvieran que dejarme con miedo, alguno que no me causara angustia ni lágrimas. La risa ya no me salía sin que antes me ganara el llanto. No me gustaba que me sujetaran, no quería ningún peso sobre mi cuerpo. Empecé a distinguir el olor de la saliva ajena, y el disgusto que me causaba tenerla sobre la piel. Cerraba los ojos, dormía profundo. La noche no era mía, no era yo, no era nadie. Intentaba flotar y volar lejos. Casi siempre funcionaba. Dormía boca abajo y me empeñaba en no moverme para evitar el tacto. A veces me despertaba con una mano ajena entre las nalgas. Gritaba. Pero la voz no salía. Es normal en las pesadillas.
A los trece, exploraba mi cuerpo sin sentir nada, a veces me distraía viendo el techo mientras mi mano se deslizaba por algo que ya no era mío. Luego dejé de hacerlo para siempre. Nadie quiere tocar mierda. Nadie quiere ensuciarse con ella.
A los catorce desperté antes de tiempo, para encontrar de pie al lado de la cama, la figura que suponía no era monstruo. Tampoco pude gritar.
Hace muchos años lo intento.

Una absurda metáfora de respirar.

Camino todos los días con este cadáver encima. No pesa.
Me he acostumbrado al espacio de huesos fríos.  Las paredes son suaves, flexibles.
Muevo lo que hay fuera, veo a través de unos cuencos vacíos, camino dentro de unas calzas largas de piel que se acomodan sin dificultad.  A veces siento calor y a veces algo de frío. No recuerdo ya la sensación de viento. Eso no llega aquí dentro. La humedad sí.  A ella me pego y con ella me unto. Cuando el cadáver empieza a secarse, paso mis dedos por sus orillas, sacudo el moho y los hongos adheridos. Ensarto mis uñas y hago un trazo. Dibujo una puerta inversa. Una que cierra todo, una que solo puede abrirse hacia adentro. Me deslizo y ahí espero, hasta que la lluvia vuelve a mojar el cuerpo, hasta que los charcos lo hacen moldeable, hasta que alguien lo patea pensando que es basura, hasta que distinguen que nadie lo habita.
Entonces salgo y vuelvo a poblarlo, despido el cuarto oscuro y me reencuentro con mi ausencia, esa que se llena de grises y se pinta la boca con rojos absolutos. Esa que mueve un cadáver.

23 agosto 2013

Mamá (minificción)

Hoy madre extendió su brazo sobre mis costillas.
Deslizo la mano y sus dedos sacudieron algo en mi ropa.

Qué raro el amor cuando no duele

21 agosto 2013

Instrucciones para uniformarse la sonrisa

Sepárese del vehículo, 
corra, pero sin caer 
porque vienen carros detrás 
y no tenemos seguro para pagarle las piernas. 
Acelere. 
Frente a cada puerta encontrará bolsas, cubetas, costales. 
¿Huele mal? 
Perfecto. Vamos por eso. Tómelo, con las manos, sí. 
No le dimos guantes porque este es trabajo rudo y de todas formas se le gastarían en la primera cuadra. 
No se queje. 
¿Tiene trabajo, verdad? 
¿Beneficios? Siempre hay cosas deseables que alguien más lanzó por descuido o por exceso. 
Tómelo, pero luego. 
Ahora, enfóquese. 
Eficacia y eficiencia ¿recuerda? 
Esas son nuestras prioridades. 
Recoja bien la basura y recójala rápido. 
Los que vienen detrás no deben notar que la velocidad disminuye, no deben verlo. 
Usted es invisible. 
Tome las bolsas, los sacos, las cubetas, no aspire, es por su propio bien. 
No aspire ni con la nariz ni con la voluntad o va a sentir que se le va el alma cada vez que su brazo se levanta y con todas las fuerzas lanza el paquete a la parte trasera del camión. 

Ya está, se deshizo del bulto maloliente. 
No es gran cosa,
es trabajo. 
Siga. 
No piense. Vuelva a correr. No caiga. Eficacia y eficiencia.
Recuerde.
Y no aspirar.

20 agosto 2013

Un recuerdo, querida X.

Tiró el teléfono sobre la cómoda y salió caminando lento, marcando cada paso sobre la alfombra. Asegurándose de dejar descrito el camino del adiós.
Ella se congeló entre la indecisión de salir tras él y pedirle que volviera con las mil promesas de siempre que incluían esconder los demonios tras el sofá y la enorme ansiedad de revisar otra vez el teléfono.

Ganó la ansiedad. 
Ganaron los demonios.
El adiós quedó bien marcado y ella encontró alimento suficiente para las criaturas que la atormentaban.

Y vivieron por siempre felices.



19 agosto 2013

Blasfemia

Puta la vida
puta la distancia
puto el desconcierto
puto el tiempo que se pierde y se diluye y no espera nunca a nadie.

Puto el espacio infinito
que se eleva sobre mi cabeza
el gris que se planta detrás del verde
en la sombra más alta de mi bosque.

Puta esa soledad infinita
que aparece al verme tan reducida
puta la ausencia
puto el silencio
puto el sentimiento estúpido
innecesario
despiadado
que se coloca aquí dentro
y que no entiende
de autosuficiencias.

Putos los caminos
todos putos ellos
ninguno me tiene
no quiero a ninguno
porque yo también
(como Alicia)
ni siquiera sé
cómo ni a dónde
quiero llegar
con estos pies.

Foto: Monserrat C.



12 agosto 2013

Cinco días eternos

Es lunes aún y la ansiedad la disimulo con risa.  

No puedo evitar pensar en mi boca 
(la etapa oral no la superé muy bien que digamos) 
y en como mis dientes rozaran tu espalda 
y mi lengua desde el otro extremo dibujará círculos 
o espirales con saliva, 
marcando sitios y haciendo nudos. 

Me anticipo a la urgencia 
de encontrar tus labios 
(con los ojos cerrados) 
y mis poros se encienden y protestan 
por la energía 
que los sacude. 

Mis manos se entibian 
con la cercanía de una piel 
que ahora no disfruto 
y tamborilean sobre papeles 
recordando el camino que recorrerán, 
despacio, 
con las yemas, 
con las uñas, 
con la fuerza del puño cerrado, 
de la palma lisa. 

Imagino tu risa vista desde mis ojos, 
la mía vista desde los tuyos 
y una manada de caballos salvajes galopa 
(dentro) 
y me recorre 
hasta llegar al vientre. 
Y en ese sitio 
(donde ambos nos refugiamos para sellar las promesas que no se dicen)
la humedad me recuerda 
que el amor no está invitado, 
pero llega.


09 agosto 2013

El tiempo pasa y llega una hoja y otra pantalla y un click y otro segundo. Alguien entra y pregunta. Respondo. Soy robot, me acomodo. Adentro hay alguien, que a veces no recuerdo quién es.

07 agosto 2013

Eujiro

Eujiro, noviembre 2010.

Hemos aprendido a usar bien el tren. Las líneas verdes y rojas ya tienen sentido.  Exploramos todos los días hasta la medianoche, justo antes de que el servicio paralice y llegamos a la estación final a media cuadra de Vabien. Disimulamos el hambre con la alegría de los descubrimientos, ahorramos todo lo que podemos para malgastarlo luego.

Ayer Claudia y yo tomamos el tren solas. Eujiro resonaba con la fuerza de sus letras. Es confusa esa estación y necesitábamos aclararnos el mapa.  Claudia buscó al guardia, yo la seguí obediente. Confío en ella. 

Por alguna razón hay personas con las que logró una conexión inmediata. Vernos a los ojos a veces es suficiente para reconocernos. En algunos casos son amistades entrañables. Otras, amores imposibles, almas atrapadas en el karma de vidas anteriores que continúan evadiéndose en esta, química inmediata que se vuelve incendio.  Pero mis incendios son siempre ilustrativos, emocionales, platónicos y ahí estaba el material inflamable de pie con la sonrisa bien plantada y la charla pronta, los ojos enfocados en una emoción difícil de encontrar en este ambiente tan parco.  Claudia preguntó al inicio pero terminó moviéndose disimuladamente a un lado.  Aclaramos la ruta, él preguntó de dónde veníamos, a dónde íbamos, dónde nos quedábamos. Invitó y Claudia no respondió. Yo, inútil para ser infiel preferí sonreír y callarme cuando los ojos se le volvieron tristes y la voz se hizo queda ante el apellido largo, largo de la tarjeta de presentación que le extendí y que necesitó la explicación: “it´s my husband´s last name”. 

Volveremos a Eujiro mañana. No lo encontraremos nunca más. Guardamos Claudia y yo fotos con el material inflamable y me lamentaré sola del error de impresión que no permitió que la dirección de mi correo electrónico me diera una excusa. Pero seguiré siéndole fiel al infiel, ya me conozco.

Capricornio, terca y recalcitrante hasta para encerrarse en los errores.


06 agosto 2013

La nada en que se convierte el mundo.

Poesía también es esta calma
las ganas de comerme el mundo con tus dientes
de enclaustrar mis manos a tu espalda
de cubrirte el frío
de pegarme a vos en un abrazo que aunque empiece tarde
no termine.

Poesía son tus manos cuando se encuentran con las mías
y se entrelazan asegurando que nos conocimos antes
que bastó un momento para reconocer
este encuentro

Poesía es tu boca hablando firme
tus argumentos breves y fuertes
tu risa despiadada y la burla certera
que espanta el sentimentalismo que te desconcierta,
que me asusta
y que nos marca.

Poesía es la sonrisa en tu boca, en la mía
las palabras cruzadas
la nada en que se convierte el mundo 
porque vos estás ahí.



05 agosto 2013

Humo

El sabor del humo pegado a tu lengua
el sabor de tu lengua cubierta por humo.
Tus manos en mi vientre, esculpiendo, inundando,
mientras mis ojos anotaban tu risa fácil y esa curiosidad noble de tu alma vieja.

Nos hicimos pedazos.
No había futuro.
Somos animales, dijiste
Somos animales, repetí.
Quisiste detenerme con aquel gesto en el hombro.
Volteé.
Besé tu boca y te lo recordé:
-Somos animales, no se te olvide.
Di la vuelta y me fui de tu vida sin querer irme.
No luchaste
No luché

Pasa cuando tenés el yo demasiado adentro y entendés que quedarte será pedir.
Nos pesa demasiado la libertad,
lo sabemos, nos reconocimos (¿recordás?)

Te fuiste. Me fui.
Te encerraste dentro.
Me encerré dentro también.

Vos te acompañás ya de otra piel
de otra rutina
de otro adiós que no es el mío
y me dolés en lo profundo del egoísmo.

Sabelo.

Santa María

Una carretera de piedra se extiende por la montaña, parte el bosque y le hace una cicatriz al verde. El horizonte es una mancha de azules varios al fondo, en el valle, en el vacío.  Conducimos algunas horas y encontramos construcciones que vuelven angosta la ruta.  Llegamos. Hay una fiesta. Actos. Una escuela. Celebran algo.

Desde el micrófono una voz se eleva para presentarnos a Santa María. El nombre me causa curiosidad. Atisbo el rostro. Es lejano. El cuerpo se inclina hacia la derecha sosteniéndose apenas en el aire, sobre la tarima cubierta de pino como si hilos invisibles la detuvieran.  Repite un poema viejo, clama a las montañas.

Los ojos están húmedos, la nariz enrojecida, la voz sin sentimiento. Repite, sin equivocarse, pero no está.

¿Dónde te quedaste, Santa María?
¿A dónde fuiste?
¿Fuera del lodo, del frío, de la tierra y el estropicio que cubre todo?
¿Estás volando, tocando las nubes, fuera de acá?
¿Te quedaste encerrada en alguna lágrima?

Santa María habla de brumas, de tristeza, de la ausencia de alguien que viaja sin esperanza de volver.

En los ojos de Santa María no hay nadie, ni tristeza, solo ausencia.
Es el silencio, Santa María, el que te llena el reflejo de la nada que está ahí dentro, cubriéndote con su cobija tibia y sus brazos largos.
Y la niebla, esa de la que habla, la que nos envuelve no la envuelve.

Es ella, Santa María, la niebla.

Pozo

Tengo dentro un pozo vacío
lleno de eco
con agua al fondo
calmada
quieta
y en silencio.

Basta una interrupción
para alterar ese espacio
que repite
y repite
y repite
el sonido subversivo
para expiarlo
y despedirlo
para siempre.

Agua II

La gente como yo no tiene playa, no tiene ancla, no tiene orilla. Flota a la deriva en el mar o se hunde de cabeza y respira hasta volverse agua.
La gente como yo no tiene asidero, camina sobre la cuerda, un pie tras otro, tropieza constantemente y cae de bruces en el suelo, se ensucia, se llena de guijarros, mastica la tierra que le queda en la boca, se revuelca en sus propios escombros y se levanta para darse cuenta que sigue sobre la misma cuerda.
La gente como yo no tiene destino, no busca un final, no tiene un camino cierto, una meta, un objetivo, somos gitanos viviendo cada día bajo el azul de la rutina, sabiendo que cargamos un cadáver vivo debajo de los huesos, que duerme y se acomoda, que a veces pesa, que a veces duele, un compañero constante que es el propio espejo, el reflejo de la sombra, el grito ahogado en la madrugada.
La gente como yo no quiere, espera que la quieran. Somos gatos escondidos en nuestros colmillos. Laceramos, sacamos las garras y con ellas a veces nos aferramos disimulando el miedo que nos causa el abandono detrás de la certeza del no necesitar. No damos, recibimos. Ronroneamos para buscar una palma, controlando el momento en que se recibe, para evitar la certidumbre, para avisar que este abismo que hay dentro no se llena porque está rebalsado.
La gente como yo, huye del dolor encerrándose en las llamas, ardiendo todos los días en el más severo de los fuegos, el propio, violento, definitivo, inmediato, interno. No necesitamos que nadie venga a causarnos dolor porque lo tenemos ya instalado en los tendones, en el músculo frío que se guarda en el pecho, en cada centímetro cúbico de materia gris.
La gente como yo está acostumbrada al desapego, recibimos la
dulzura de la sonrisa primera, las ataduras en las manos y el deseo de no soltar, el recorrido de la piel cuando es nueva y se reconoce, la voluptuosidad de la lengua que quiere comerse la vida ajena, el futuro de los primeros días, las ganas de tener ganas, la incertidumbre que antecede las decisiones, el muelle tembloroso y las amarras flojas pero sabemos del adiós que se esconde en cada vida, de los pies demasiado mojados, de la arena que se escurre y sucumbe bajo el agua.

La gente como yo, conoce el dolor.
La gente como yo, duele.

La gente como yo no pide permanencia
porque la gente como yo

nunca permanece.

02 agosto 2013

Lenguas

Hay un universo completo en una lengua que se comparte, que se prueba, que se saborea. Uno puede acariciar la superficie del otro con la propia lengua, invadir su espacio, caminar sobre la rugosidad de sus papilas recogiendo el sabor, enredarse con la otra lengua, retraerse y dejar que ella invada completa el espacio propio. Invitarla y que aborde suave, con timidez. O atrevida, golpeando fuerte para ocupar todo el espacio. Puede lamer el contorno de los labios, distraerse lamiendo piel y volver a saborear otra vez el sabor del otro mientras el otro saborea el sabor de uno. Dentro. De la boca.
Pero no es un universo revelado. Existe para quien quiere descubrirlo. El resto, pasará al lado sin conocerlo, visitará pero no reconocerá cada sitio, cada nudo, cada entramado dibujado con saliva, con tiempo detenido en ese momento en el que todo desaparece menos dos que coinciden inventando un lenguaje que no sabe de palabras.

25 julio 2013

Media noche o la ausencia de sueños

La noche se partió con una luz extraña. El sueño se fue de repente, como sucede cuando se atraviesa la conciencia. Abrió los ojos. Se sentó en la cama. Vio la sombra, grande, amplia, inmóvil dibujada sobre la puerta, como un par de alas esperando un abrazo, sin ojos y sin voluntad de desaparecer.
Revisó el contorno, intentó razonar el origen lógico (sin luz no hay sombras, aunque parezca lo contrario).
No lo encontró, no existía. Ni era sueño ni era real, pero no importaba. Ya no tenía miedo.
Y volvió a dormir.


Un día de navidad

El vestido apareció roto la mañana de navidad.
Era extraño porque no había nadie más en casa.

Los cortes eran precisos,
desnudaban el sitio
que debía cubrir piernas y senos.

Las tijeras callaron. Los alfileres se aferraron al alma de tela que los sostenía. La tiza aparentó no escuchar. La plancha de repente tenía migraña. Hubo silencio.

El vestido empezó a desangrarse en hilos delgados y los cortes perdieron la precisión.

Al silencio siguió un murmullo.
La tijera opinaba que estaba mal, que nadie debía usurpar sus funciones y menos con tan nefasto resultado. Los alfileres cuchicheaban entre ellos sobre la doble moral de la plancha y la indiferencia de la tiza. La plancha lanzó un par de nubecitas de vapor para mostrar su descontento y la tiza resumió en una línea cuánto le disgustaba la injusticia.

Los hilos continuaron cayendo, como lluvia constante, liviana, de esa que permite caminar sin que notés que te estás empapando, hasta que ya no hay remedio.  La tela cedía contra su voluntad, el vestido era un mal chiste de lo que había sido.

El murmullo se hizo clamor.
Los alfileres opinaban que era sádico perturbar los nervios el día de navidad. La tijera exigía encontrar al culpable. La tiza dibujaba la culpa con aire despreocupado. La plancha se encargaba de recordarles que todos eran culpables.

Los hilos, se acumularon en el suelo hasta formar una montaña que resultó agradable para el gato y en pocos segundos el clamor cambió.

La tiza fotografió al gato. La plancha opinaba que las cosas sencillas de la vida le daban sentido a la navidad. La tijera se ofreció para armar una esfera en la que el gato pudiera rodar y los alfileres concluyeron que ninguna conspiración debía negarle la felicidad al gato.


Cuerda

Caminar sin ver al abismo,
sin calcular la distancia al suelo,
sin certeza de que exista.

Caminar con las manos tomadas,
hundirte en el paso siguiente,
sin retroceder,
buscando explorar la otra orilla.

No hay superficie plana,
solo una cuerda,
tensa.
No sabés cuánto se extiende,
tenés los ojos cerrados,
no los querés abrir.
No querés ver.
Estás moviendo los pies,
despacio,
rozando esa superficie incierta,
sus estrías,
su rugosidad.

Lamés con tus pies su textura
te pegás a ella,
te movés con ella,
mientras seguís caminando.
Ahora es lo que queda.


Pasos

Caminaba lento, 
rozando un pie sobre el otro 
sin detenerse, sin girar
confiado en el terreno conocido, 
en el camino trazado. 
Y así, 
sin cambiar el ritmo, 
llegó a su destino. 
Ése que nunca fue propio.

24 julio 2013

Asco


Cada vez que me preguntan por el asco busco en mi cabeza una imagen distinta a tu cara, tímida, abatida, al odio de tus ojos tristes, a la rabia de tu silencio, al peso de tu cuerpo sobre el mío, de tu mano sobre mi boca, de tus piernas entre las mías, de tu saliva cayendo por mi rostro, de tu olor a nada que quedó prendido para siempre, a esa inmovilidad absurda que produce el miedo y el odio y el miedo y el odio y el miedo y el odio y el miedo. 

Restos de un espejo

La normalidad se nos dio distinta.

Algunos aprendimos a caminar guiados, tomamos una mano, seguimos los pasos, enderezamos el rumbo, nos ajustamos a un esquema, vivimos pasos, círculos ya amarrados, justificamos nuestra permanencia, lloramos las pérdidas, aprendimos sin preguntar y seguimos haciendo lo mismo.

Otros desafiamos, soltamos la mano, rechazamos la guía, desandamos los pasos, torcemos el rumbo, partimos esquemas, nos detenemos y de repente corremos para salirnos de cualquier círculo y de la misma forma justificar nuestra permanencia, tratando de aceptar las pérdidas, preguntando y dudando y haciendo lo contrario, que no es más que otra forma de reafirmar lo mismo.

¿Vos también tuviste un laberinto?
¿Vos también te preguntaste por qué el mundo sigue siendo una mierda?
¿Vos también querías algo que no sabés qué es?

Yo quise
Ya no sé si quiero
Me cansé de darle vueltas al ruedo
y encontrar hilos
tela raída
sucia

Me cansé de luchar
de soñar y pensar
que todo va a ser diferente
cuando nada detiene el caos
ni siquiera el propio.

Quiero salir ya de acá
que se me acabe el tiempo
que el desahucio no alcance
a estrenarme la frente
ni amarrarme más las manos.
Permanecieron quietas
nadie lo duda
nunca las he tenido libres
nunca han sido mías
pero quiero pensar
en que son míos los nudos
dejarlos apretados
cortarme la circulación y esperar
esperar
esperar

esperar

esperar

esperar
esperar

esperar

esperar
esperar

esperar

esperar
porque sé
que nadie nunca en ningún sitio
espera así por mi.

Nadie

Nunca

En ningún sitio.






22 julio 2013

Nunca aprendés a gritar.

¿A vos te pasa que amanecés un día, o despertás o volteás, o de repente nomás razonás ese dolor por dentro? Como un grito, como un monstruo enroscado en tus entrañas llamándote sin voz, pidiéndote que lo liberés, que lo dejés ir, que permitás mostrar sus incisivos y ensartarlos en tu carne, desgarrarte y hacerte trizas para por fin abandonarte y esconderse en otro pliegue de la falda, y desde ahí, empezar otra vez a crecer, a alimentarse, en silencio, con tus ojos, con tus manos, con tus pies, con tu enojo, con tu frustración, con tu camino, con los otros, con nadie, con la soledad o la noche, o la madrugada o la tarde, con árboles o concreto, o con lo que sea, porque el monstruo todo lo consume y te consume y te colma y te incendia y sale por fin sin esperar más, corriendo para siempre volver, para embestirte y desnudarte, para agarrar tus muñecas y recordarte que sos vulnerable mientras no seás capaz de gritar.

III

-sueño-

Estoy dentro. No hay nadie más, no hace ruido, ni frío, ni siento incomodidad. El espacio es suficiente, no sobra ni falta, aunque en realidad no siento nada más.  Es el interior de una elipsis amplia, una pared de hueso que me encierra sin aprisionarme, se acomoda a mi cuerpo y yo me acomodo a ella. La dejo y vuelvo como una especie de caracol. Saco la cabeza, veo y entonces despierto con un espasmo en el pecho. Me quejo. Duermo otra vez.

Vuelvo a soñar que estoy dentro.  Encuentro una verdad. Algo lógico. La pieza olvidada en el el sueño brillante de la calma, la que olvidé. Es lo que une los sueños anteriores y entiendo que soy yo. Todo tiene un motivo, una razón y es tan sencilla, que me provoca risa, pero vuelvo a despertar al escuchar ese lamento de gato que no parece mío. Otra vez el espasmo en el pecho.

Duermo de nuevo. Vuelvo al mismo sitio, dentro. Se siente cómodo, tibio. Sonrío, me siento bien acá. No quiero abandonarme. Ondulo con los ojos abiertos en ese espacio sin color, sin tiempo. Gravito y deseo. Quiero poblarme, habitarme, expandirme. Me lleno con suavidad y respiro.

Nada sobra. Nada falta. No hay sobresalto. No hay nadie más, solo yo. Pero vuelvo a despertar.  Otra vez el espasmo en el pecho y el gemido de gato que no es mío. La luz apenas se enciende. Me levanto, camino sin sombra, un poco asustada por el sobresalto y el dolor en el pecho.
Es miedo.
Miedo a despertar.
Soy un gato que se queja cuando lo sacan de su comodidad. Vuelvo a dormir. Y a despertar.

19 julio 2013

Fotos

Cada pieza del rompecabezas tiene una foto, una mirada, un color, un lugar.  Ahí estás en aquel momento en que te desconocía por completo pero te intuía. Luego, aquél primer encuentro. Caminamos por la calle ¿recordás? yo tropezaba a cada rato por mi manía de darme tumbos por la vida que se refleja en mis pies.  Hablaste mucho. Siempre hablás pero no supe reconocer la expectativa y la emoción que nacía en tu cara. No te conocía. Todavía no te conozco.
El lugar estaba repleto y nos sentamos en la barra. Pediste cerveza y yo un té. Hablamos un par de horas, lo que para mi era extremo tomando en cuenta la poca habilidad social que he desarrollado para compartir con gente nueva.  Me hablaste de la culpa, de tu vida, de tus amores, me contaste una historia y encontré tus ojos pero los disimulé. Nunca fui hábil para dar primeros pasos, ni entendí que vos buscabas que lo diera. Vinieron luego otras ocasiones, otras charlas, un café, postres, una cena, luz tenue, una caminata, tiempo. Podíamos hablar por horas enteras. escucharnos, reír, contar, caminar o sentarnos uno al lado del otro y el tiempo se volvía nada, todo eran palabras, palabras que salían desbordadas, la risa, la alegría de encontrar alguien con quien se era agua buscando cauce, sin importar que éste no existía. Estuviste y estuve y ya no estas y ya no estoy, pero quedamos grabados en esas postales. En la que estás y no estoy, en la que tomé y guardé, en la que te llevaste vos. 
Aquel abrazo de despedida que debió ser encuentro, el beso que nunca fue y que quedó latente. Tu voz rompiendo la noche con ese tono grave que sin embargo guarda un poco de niño, yo viéndote, oyéndote, disimulando que estaba ahí solo por vos.  Vos viéndome, disimulando que no estabas ahí solo por mi y luego el reclamo tibio de otra despedida que se quedo queriendo no ser.

18 julio 2013

Ciegos

Prometí no volver a escribir de amor,hay otros temas y otros cuentos y otra poesía esperando que le ponga mis dedos. Pero no puedo.
No entiendo cuánto se puede uno secar aunque llore todos los días, y no me sale. Intento mi solución recurrente de aquellos primeros días, las argucias que deben servirme para espantar un recuerdo, las noticias, los libros, la música, la realidad, la falta que siempre hiciste, las palabras que dije, lo que intentamos ser, el miedo de ambos a nombrar lo que somos, el miedo a perder que ahora es real, los comentarios molestos, las palabras hirientes, esta sensación de tener secuestrado el corazón en un aparato de esos, artesanales en los que raspan el hielo, el desgarre que se siente dentro y se interna hasta el estómago, hasta los pies y que llega con la última lágrima que me prometo antes que las siguientes le alcancen y entonces, cuando intento respirar y asirme y escribir y sacar y evadir y huir de aquí dentro, aparece otra imagen, otro recuerdo, otra ternura, otra caricia, otro sueño, una toalla azul cuadrada y pequeña, una canción, esta falta de cigarro que no me deja siquiera cambiar el tema que me ronda, la gente que no existe aunque esté, la risa que me impongo para sacudirme la tristeza, mis pasos arrastrados a la fuerza, la sonrisa de los demás y su felicidad que me sirven de elevador para no ver mi propio desastre, las ganas de insistir que se estrellan con la urbanidad y la etiqueta, la pared fría inmensa que esta frente a mi y que ya me dejó sin uñas, sin ánimo, sin fuerza, con el dolor creciendo y los ojos perdidos en una ausencia que no puedo resolver.

Debí irme en la madrugada
otra vez.
no quise
y ahora no quiero
que ella se vaya.

17 julio 2013

II

-Sueño

Mi cabeza descansa sobre una bandeja, como un platillo de restaurante caro. Mi cuerpo le sigue, pegado aún. Floto, no duele. Me veo desde afuera, soy un minuto en stop motion. Me sostiene en la mano derecha un hombre con traje formal . Tiene leontina, chaleco, corbata color sangre que a ratos no logro distinguir porque el color se anula y todo queda blanco, negro y gris. Él camina con agilidad, pero de alguna forma su cuerpo está de frente mientras su movimiento es lateral. No veo sus ojos, solo su torso, elegante, impecable. Y mi cabeza en la charola y mi cuerpo flotando, pegado a ella, sin alcanzar a rozar los pies en el suelo. Camina, se mueve, no distingo su rostro. Mi cabeza descansa sobre una bandeja ¿o es un azafate?, como platillo especial de cena formal. Mi cuerpo le sigue, pegado, flotando. No alcanzo el suelo y tampoco lo busco, mi cuerpo no descansa, tampoco lucha, es una extensión de la cabeza inexpresiva que va en la mano derecha del hombre de la leontina y la corbata color de sangre, él se mueve de lado con elegancia aunque su cuerpo permanece de frente. Estoy en su mano derecha pero me veo desde afuera, y lo veo a él, pero no veo su rostro, solo su torso, elegante, impecable. Y mi cabeza, en su mano derecha sobre un azafate ¿o es un plato? y mi cuerpo que le sigue, unido aún, colgando desde una altura que no me deja rozar el suelo, pero tampoco lo busco. No veo su rostro, tampoco la corbata color sangre porque todo se vuelve blanco, negro y gris.

04 julio 2013

Vacío


-esta solo es una ausencia más-


Suena la alarma y nadie pregunta si hay que hacerlo
si levantarse es una opción
si esta vida de plástico
horas fijas, costumbres, rutinas,
son necesarias
si el día a día no es más que un motor
para acercarnos a un final
que estamos deseando desde hace tiempo
porque nunca se nos permitió tener un principio.

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Usamos caretas para desvestirnos
el miedo no suelta nuestra mano
se mete dentro
goza en nuestra humedad
se encierra tras una máscara
que mide, analiza, prevé
el daño propio
y lo evade, lastimando primero.

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Somos felices en lo brillante
tristes en lo oscuro
invisibles en lo impermeable

Somos marionetas viejas
sin hilos
fingiendo que alguna mano macabra
turbia, enferma, maldita
nos mueve y nos agita
bailamos sin voluntad
dejando que el otro -invisible-
ejerza el poder de destruirnos,
porque no somos capaces
de mover nuestros propios hilos.

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Nos refugiamos en sueños, en esperanzas
sacrificamos para el futuro 
todo lo que no somos capaces de sostener
ahora,
nunca.

03 julio 2013

Un corazón que no sirve.

Entró con la solemnidad que antecede esa humillación de tener que pedir cuando no se está acostumbrado. Hizo un viaje largo, me lo aclaró desde el inicio. Quiere ayuda, su hija está enferma. Tiene el corazón demasiado grande y algunas arterias están cerradas, aunque él mencionó que a veces es el corazón el que se cierra. No se comunica bien con los pulmones, sufre con exceso de sangre que no puede bombear y no ayuda al cuerpo que lo necesita. Además no se encuentra en el lugar correcto. -Tiene el corazón de lado, no es normal, me dice con los ojos fijos, casi sin sentir que la tristeza lo arrastra.

Busco mi billetera. Le doy una solución que, como siempre, no alcanza y él deja esta historia que me recuerda un poco a mi. Corazón de tamaño inadecuado, a veces cerrado, incapaz de comunicarse con quien lo necesita y terriblemente de lado. Pero lo mío es voluntario y ahora siento vergüenza.

¿Te apuntás?

Mi foto
Si pudiera dejar de escribir, seguramente lo haría. Mis otros blogs: lilianavillatoro.wordpress.com oracogeecocaro.blogspot.com eldecalogodelciempies.blogspot.com